Aún y no siendo el principal determinante social de la salud, no cabe duda de que acceder a una adecuada atención sanitaria cuando enfermamos (con profesionales socio-sanitarios bien cualificados y preparados, una atención rápida y eficiente, un uso juicioso de la tecnología y el mejor trato humano y personal posibles) tiene gran valor para nuestra salud y libertad. La literatura científica y la OMS son contundentes al señalar que los sistemas sanitarios universales, con propiedad y gestión públicas, basados en la atención primaria y una elevada calidad de prestaciones, no sólo ofrecen mejores resultados de salud sino que también son más eficientes, equitativos y humanos. La supuesta mayor “eficiencia” de la atención mercantilizada se fundamenta en gran medida en ahorrar en personal y ofrecer bajos salarios y malas condiciones de empleo, todo lo cual afecta la salud de los propios trabajadores sanitarios y daña la calidad de la atención. Además, los centros privados seleccionan a los pacientes, dan altas prematuras, cobran por acto médico y realizan más pruebas e intervenciones innecesarias.
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